Por Lic. Francisco Meléndez Segura
Periodista y Catedrático Universitario
Yo siempre creí que el terrorismo sembrado por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru y Sendero Luminoso nunca me había afectado. Pero hoy me doy cuenta que sí. Asumí una niñez “normal”, entre el ruido del estallido de los coches-bomba, los apagones diarios, los toque de queda (no se podía salir luego de las 10 de la noche a la calle), ver escenas de secuestros en los noticieros, tener velas guardadas siempre en la cocina, etc. Todo ello lo vi, en mi reducido mundo de clase media, con naturalidad.
Pero no es normal y no podemos aceptarlo así. En países democráticos como el nuestro, si bien existe el derecho a la libertad de pensamiento, no existe la libertad de acción. Pues esto implicaría que el más fuerte gane. Es decir que los gritos, golpes, disparos y bombas manden; y no la razón y las leyes para la convivencia pacífica. Factores que a la larga dan la oportunidad de progreso y desarrollo (Derechos Fundamentales).
Por ello, el monopolio de la violencia lo tiene el Estado. Es decir, las autoridades usan la fuerza para imponer el orden, y no lo pueden utilizar así las personas de a pie que si no nos gusta el pensamiento del otro vamos a atacarlo con armas, si no nos gusta su forma de gobernar, asesinamos a los que están con ellos porque son “nuestros enemigos”.
Nuestra libertad gira en torno a los derechos fundamentales de los demás. Esto es el conocido dicho “mi derecho termina donde empieza el tuyo”. Eso es democracia. Pese a que la democracia no es un sistema perfecto, es el sistema más perfectible que existe. Ya la historia lo ha demostrado, ni la monarquía, oligarquía o anarquía funcionan, menos el autoritarismo, dictaduras o híbridos (ejemplos cercanos en Venezuela, Ecuador, Argentina, etc.).
Por ello existe el modelo de democracia representativa y múltiples acciones democráticas para evitar que nos gobiernen incapaces (desde la revocatoria para autoridades locales hasta la prohibición de reelegirse presidente de la República en períodos continuos; otra opción propuesta es la de no permitir la reelección de los congresistas). Todo es permitido en democracia mientras se respete absolutamente los Derechos Fundamentales de la persona; y sobre todo el derecho primordial, el valor supremo, la vida.
Parece que los señores y jóvenes del MOVADEF no reconocen la paz, la felicidad y la seguridad como derechos fundamentales. Tanto nuestra Constitución Política como la Declaración Universal de Derechos Humanos y una larga fila de documentos internacionales protegen los Derechos Fundamentales de las personas y los reconocen desde antes de nacer. Por alcanzarlos murieron miles de personas en los últimos 250 años de historia mundial.
Por todo esto, el Perú de hoy no debe permitir que la semilla sembrada por el terrorismo de los 80-90 dé frutos dañinos para la sociedad, sino frutos que germinen en las nuevas generaciones el ímpetu por impulsar educación, salud, trabajo, justicia y progreso. Es la cosecha que se debe cultivar para que la generación de hoy (entre ellos mi hijo) crezca sin los recuerdos “normales” de mi niñez.
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